Calatrava la Vieja constituye un enclave singular donde musulmanes y cristianos compartieron épocas de esplendor, pero también de destrucción.
Su posición estratégica convirtió a esta fortaleza en escenario de constantes disputas, al situarse en la ruta que unía Córdoba con Toledo y en el eje de comunicación entre el levante y el poniente de la península.
Fruto de estas luchas, sus murallas fueron testigo de cómo unas veces ondeaban los estandartes cristianos y otras la media luna islámica, reflejando las victorias y derrotas de ambos bandos.
No obstante, como en todo conflicto, también hubo lugar para gestos de respeto y acuerdos no escritos entre sus dirigentes, aunque rara vez quedaran registrados por la historia.
En esta obra se traerán de nuevo a la vida algunas de esas memorias.