Vivimos en un mundo en el que, desgraciadamente, el conflicto armado entre pueblos no deja de estar vigente. Pero
¿Qué papel jugamos nosotros en esa deriva que nos puede resultar tan ajena?
¿Cuál es la línea que separa la responsabilidad individual de la colectiva?
Es muy fácil condenar la guerra y la violencia como manifestaciones de una barbarie inexplicable, pero todo se torna más confuso cuando esa destrucción viene causada, en última instancia, por decisiones aparentemente intrascendentes que tomamos en nuestro día a día.
¿Conoces esa sensación fabulosa de sentirte mejor que otros?
Es una especie de droga que te envanece y te hace creer que vuelas sobre pompas de jabón. Pero estas pompas de repente explotan. Y te obligan a tomar conciencia de la realidad. De tu humanidad pobre y desdichada. De tu responsabilidad negada. De ti mismo. Pero también de los demás.
Porque tú, ¿quién eres?
Y los demás, ¿quiénes son? ¿Moscas a las que es posible eliminar cuando te hartas de su vuelo en derredor?
¿Eres víctima o verdugo?
¿Capataz o servidor?
¿En quién te conviertes cuando se apagan las luces?
¿Cuáles son tus límites?
¿Qué mueve tu corazón?
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